Los niños con trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH y el autismo, enfrentan desafíos particulares en su vida académica, emocional y social. Estos trastornos afectan su capacidad de relacionarse, seguir instrucciones y manejar sus emociones, lo que puede llevar a baja autoestima y ansiedad. Las terapias grupales han surgido como una estrategia fundamental para apoyar su desarrollo integral y ayudarles a superar estas barreras de forma efectiva.
Según el artículo de Alberto Palacios para 20 Minutos, las terapias grupales permiten que estos niños, a través de actividades específicas, desarrollen habilidades sociales y emocionales junto a otros niños con retos similares. Este ambiente controlado y seguro fomenta el trabajo en equipo, la empatía y la resolución de conflictos, habilidades necesarias tanto en el ámbito escolar como en la vida cotidiana.
La importancia de diseñar grupos adecuados
En centros especializados como el Gabinete Multidisciplinar de la Fundación Querer, los grupos de terapia son diseñados cuidadosamente, teniendo en cuenta el perfil cognitivo y las necesidades individuales de cada niño. Estas sesiones se enfocan en fortalecer habilidades cognitivas como la memoria y la atención, pero también promueven un desarrollo emocional sólido. Sara Herrero, neuropsicóloga de la Fundación Querer, enfatiza que “es fundamental que los grupos sean diseñados meticulosamente, prestando atención a cada detalle del perfil de los niños”, para garantizar que el ambiente sea propicio para su crecimiento personal.
Un entorno que fomenta la autoestima y el apoyo mutuo
Al compartir experiencias con compañeros que enfrentan desafíos similares, los niños encuentran un entorno de apoyo que refuerza su autoestima y les ayuda a ganar confianza. “Al estar acompañados por otros niños que también enfrentan retos similares, se sienten más comprendidos y apoyados”, señala Herrero. Este refuerzo positivo y el sentimiento de pertenencia son esenciales para el desarrollo emocional de los niños, proporcionándoles una base sólida para establecer relaciones más saludables.
La implicación de las familias: un factor clave para el éxito de la terapia
La participación activa de las familias en el proceso terapéutico es otro elemento crucial. Los padres pueden observar los avances de sus hijos, no solo en el ámbito emocional sino también en su capacidad para relacionarse. Sara Herrero destaca que “el apoyo y la colaboración familiar refuerzan lo aprendido en las sesiones, haciendo que los progresos sean más sostenibles en el tiempo”. Este apoyo familiar permite que los niños mantengan y fortalezcan las habilidades adquiridas en el entorno terapéutico.
Conclusión
Las dinámicas grupales ofrecen una poderosa herramienta para apoyar a niños con TDAH, autismo y dificultades emocionales, permitiéndoles desarrollar habilidades sociales y emocionales en un entorno de confianza y apoyo mutuo. Con la orientación de profesionales especializados y el respaldo de sus familias, estos niños pueden alcanzar un desarrollo integral que les facilita una mejor adaptación a su entorno social y escolar.
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