El uso de dispositivos electrónicos como móviles, tablets, ordenadores y consolas es parte de la vida cotidiana. Sin embargo, su abuso está afectando negativamente el sueño de niños y adolescentes. Según El Periódico Extremadura, más del 40 % de los menores de 1 a 14 años pasa más de dos horas diarias frente a una pantalla. Este tiempo aumenta los fines de semana y con la edad.
Más pantallas, menos horas de sueño
Un reciente estudio de la National Sleep Foundation de EE. UU. evaluó investigaciones sobre el impacto de las pantallas en el sueño infantil y adolescente. Las conclusiones son claras:
- Sueño más corto y de peor calidad.
- Mayor dificultad para conciliar el sueño.
- Acostarse a horas más tardías.
Se ha debatido mucho sobre el papel de la luz azul en esta problemática, pero los estudios indican que el problema principal es el tiempo de exposición y el uso de los dispositivos antes de dormir.
El uso nocturno de smartphones, redes sociales y videojuegos agrava la situación. En cambio, la televisión, al ser una actividad más pasiva, parece tener un impacto menor.
Cómo minimizar el impacto de las pantallas en el sueño
No es realista eliminar por completo el uso de pantallas, pero hay estrategias para reducir su impacto:
- Reducir el uso de pantallas antes de dormir.
- Fomentar actividades al aire libre para mejorar los ritmos circadianos.
- Establecer horarios fijos de descanso y rutinas saludables.
- Control parental y concienciación sobre la importancia del sueño.
El sueño no es prescindible
El descanso es esencial para la salud física y mental. La falta de sueño en niños y adolescentes se asocia con problemas de concentración, ansiedad y bajo rendimiento académico.
Concienciar a padres, educadores y jóvenes sobre la importancia del sueño es clave para cambiar hábitos y prevenir consecuencias negativas a largo plazo.
Conclusión
El uso excesivo de pantallas está afectando gravemente el descanso de los adolescentes, alterando sus hábitos de sueño y reduciendo su calidad de vida. Sin embargo, con medidas adecuadas como la reducción del tiempo de exposición antes de dormir y la promoción de actividades al aire libre, es posible minimizar estos efectos negativos. El sueño no es un lujo, sino una necesidad vital que debe ser protegida para garantizar el bienestar y el desarrollo saludable de las nuevas generaciones.