En un mundo cada vez más digital, los juegos tradicionales y de mesa resurgen como una herramienta educativa clave para el desarrollo cognitivo, emocional y social de niños y adolescentes. Tal como señala Nacho Meneses en su artículo publicado en El País, estos juegos no solo entretienen, sino que también fomentan habilidades esenciales como la atención, la memoria, la resolución de problemas y la función ejecutiva.
Recuperar estos juegos no es solo “divertirse sin pantallas”. Es entrenar la mente, el cuerpo y el corazón.
Beneficios del juego no digital en el desarrollo infantil
Desarrollo cognitivo
- Estimula funciones ejecutivas: Juegos como el parchís o el dominó obligan a planificar, anticipar y tomar decisiones. Esto refuerza el pensamiento estratégico y la memoria de trabajo.
- Entrena la atención sostenida: A diferencia de los juegos digitales con estímulos constantes, los juegos tradicionales requieren concentrarse durante más tiempo en tareas simples pero significativas.
- Desarrolla el pensamiento flexible: Al tener que adaptarse a reglas, turnos y cambios inesperados (como perder una ficha), los niños aprenden a ajustar su comportamiento ante lo inesperado.
Desarrollo emocional
- Aprenden a perder sin derrumbarse: En cada partida hay un resultado. Y muchas veces, no ganan. Acompañar esa experiencia les enseña a gestionar la frustración y entender que fallar forma parte del proceso.
- Refuerzan la regulación emocional: Juegos como “Simón dice” o “1, 2, 3 escondite inglés” les obligan a controlar impulsos y esperar el momento justo. Esto entrena la paciencia y la autorregulación.
- Favorecen la expresión emocional: Cuando un niño se siente seguro en el juego, se permite mostrar alegría, tristeza, rabia o entusiasmo sin miedo a ser juzgado.
- Mejoran la comunicación: Juegos que requieren turnos, pactos y normas claras mejoran la capacidad de negociar, escuchar y hacerse entender.
- Fortalecen los vínculos familiares: Jugar en familia genera recuerdos compartidos, crea espacios de risa y relación sin tensiones ni deberes.
- Promueven el respeto y la empatía: Compartir, esperar, consolar a quien pierde o felicitar al que gana… Todo esto ocurre de forma natural en un juego bien acompañado.
Juegos recomendados según la edad
De 0 a 3 años: exploran con el cuerpo y los sentidos
- Juegos de encajar, bloques blandos, cajas con diferentes texturas o sonidos.
- La clave es permitir que descubran el mundo a través del movimiento, la manipulación libre y la sorpresa.
Ejemplo práctico: Ofrece una “caja misteriosa” con objetos cotidianos seguros (una esponja, una cuchara de madera, una tela suave) y observa cómo explora sin necesidad de instrucciones.
De 3 a 6 años: primera conciencia de reglas
- Juegos como “La oca”, “Lince”, “Memory” o “El frutal” ayudan a comprender turnos, normas y la aceptación de resultados.
- Introducir juegos simbólicos (tiendas, cocinitas, médicos) favorece la imitación del mundo adulto y el desarrollo del lenguaje.
Ejemplo práctico: Monta una “consulta de peluches” y deja que tu hijo/a sea el/la médico. Observa cuáles son sus preocupaciones, qué frases repite, qué emociones proyecta.
De 6 a 11 años: estrategia, colaboración y negociación
- Juegos como parchís, UNO, dominó, bingo o “Dobble” estimulan la memoria visual, la velocidad de reacción y el autocontrol.
- Es momento de introducir juegos cooperativos donde todos ganan o pierden juntos.
Ejemplo práctico: “Time’s Up Kids” es ideal para esta edad: se juega en equipos, con risas aseguradas, y obliga a pensar en el otro.
De 12 años en adelante: pensamiento crítico y planificación
- Juegos como Catán, Dixit, Jungle Speed, ajedrez o rol.
- Cuanto más abierta sea la mecánica, más creatividad se estimula.
- Son ideales para canalizar emociones complejas, cuestionar normas o crear nuevas narrativas.
Consejo extra: No subestimes el juego en adolescentes. Aunque a veces parezca que no quieren jugar, sólo necesitan que el juego esté bien adaptado a sus intereses y se les permita sentir que siguen teniendo voz.
Juego y aprendizaje: una combinación poderosa en casa y en el aula
En casa: educar sin que se note
- Convierte aprendizajes cotidianos en juego: contar mientras cocináis, hacer concursos de ortografía, juegos de “adivina el objeto con los ojos cerrados”.
- Aprovecha juegos para hablar de emociones: “¿Qué siente este personaje?”, “¿Cuándo te has sentido tú así?”
En el aula: gamificación con sentido
- No se trata de jugar por jugar. Los juegos bien elegidos permiten reforzar competencias curriculares y habilidades blandas.
- Escape rooms, juegos de roles históricos, tableros interactivos… Todo suma cuando hay un objetivo pedagógico claro.
Ejemplo real: Un aula de 5º de primaria transformó su unidad de energía en una partida de “Energía al rescate”, donde cada grupo debía elegir fuentes sostenibles, gestionar recursos y salvar el planeta sin agotar el presupuesto. Aprendieron más en una semana que en un mes de teoría.
El juego como espejo emocional
- Observar el juego libre de tu hijo/a es una ventana a su mundo interno. Si repite roles de mando, si siempre quiere ganar, si se frustra fácilmente… está mostrando necesidades emocionales.
- El juego simbólico ayuda a elaborar duelos, miedos, celos o situaciones que no puede explicar con palabras.
Frase clave: “Si quieres saber cómo está tu hijo, no le preguntes. Juega con él.”
Consejo para padres: No interrumpas ni corrijas su juego libre. Observa primero. Participa solo si te invita.
Jugar no es un lujo. Es una necesidad vital.
El juego tradicional, lejos de ser una simple actividad lúdica, se posiciona como una herramienta educativa esencial en el desarrollo cognitivo, social y emocional de niños y adolescentes. Desde el hogar hasta el aula, estos juegos fomentan la creatividad, la autonomía y el aprendizaje colaborativo, al tiempo que fortalecen los vínculos familiares y promueven un entorno de confianza. En una sociedad cada vez más digitalizada, reivindicar estos espacios de juego no solo es una apuesta por la educación, sino también por el bienestar emocional y la formación integral de las nuevas generaciones.
En una era digital donde todo va deprisa, el juego de siempre sigue siendo la mejor herramienta para criar niños sanos, empáticos y con ganas de vivir.
Por último, es importante destacar que debemos encontrar un equilibrio que permita disfrutar de los beneficios de la tecnología sin comprometer el aprendizaje y la conexión emocional que ofrece el juego analógico. De hecho, para quienes buscan soluciones responsables en el uso de la tecnología, un reloj inteligente con GPS y llamadas se presenta como una alternativa ideal al móvil. Este dispositivo ofrece una forma segura de mantener a los niños conectados con sus padres, evitando la exposición prematura a los riesgos del mundo digital.