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La paradoja: piden colegios sin tecnología, pero los niños pasan 4 horas frente a pantallas en casa

La tecnología es parte de nuestro día a día, pero su impacto en la infancia y la adolescencia sigue generando debate. Muchos padres quieren colegios sin pantallas, pero en casa los niños pasan una media de cuatro horas al día frente a ellas. Tal y como informa Rocío Campos en un artículo publicado en El País, la educadora digital Laura Cuesta Cano defiende que la clave no está en prohibir la tecnología hasta los 16 años, sino en enseñar a los menores a hacer un uso equilibrado y consciente de ella.

La tecnología no es el enemigo

Cuesta, autora del libro Conectados. Un contrato familiar para que el uso del móvil nos funcione a todos, insiste en que la tecnología no es un problema en sí misma, sino la forma en que se usa. En lugar de demonizarla, recomienda establecer normas claras en casa y fomentar actividades lejos de las pantallas. “Si queremos que los niños no pasen tanto tiempo conectados, las familias tienen que recuperar el espacio que han cedido a la tecnología”, explica.

Sin embargo, muchos padres permiten el acceso temprano a los smartphones con la intención de estar comunicados con sus hijos en cualquier momento. Ante esta necesidad, existen alternativas que ofrecen un equilibrio entre seguridad y autonomía sin exponer a los menores a los riesgos del mundo digital. Una opción que permite a los padres saber en todo momento dónde están sus hijos, además de poder comunicarse con ellos sin los riesgos de distracción ni el acceso ilimitado que ofrece un teléfono móvil.

Normas, límites y pensamiento crítico

Uno de los mayores errores que cometen los adultos es dar acceso a la tecnología sin definir reglas. Cuesta subraya que cada niño es diferente: mientras algunos pueden gestionar un móvil a los 12 años, otros pueden necesitar más tiempo para desarrollar autocontrol. La decisión no debería basarse en la presión social, sino en la madurez del menor y en las normas familiares.

Otro punto clave es el pensamiento crítico. Hoy en día, muchos niños y adolescentes utilizan la Inteligencia Artificial (IA) generativa como si fuera un buscador, sin cuestionar la información que reciben. “Los adultos debemos enseñarles a contrastar fuentes y a entender que la tecnología no siempre tiene la verdad absoluta”, señala la experta.

El papel de las escuelas y las familias

Según Cuesta, la alfabetización digital es fundamental en los colegios, pero también en casa. Sin embargo, advierte que las iniciativas actuales no siempre funcionan: “Los padres quieren un cole sin pantallas, pero luego las estadísticas muestran que los niños las usan durante horas en casa”. Para evitar contradicciones, propone que las escuelas y las familias trabajen juntas en una educación digital coherente.

Además, insiste en que la tecnología en las aulas debe ir más allá de sustituir libros en papel por dispositivos electrónicos. “No se trata de que los alumnos pasen horas con un Chromebook, sino de que la tecnología se utilice para crear, innovar y aprender de manera activa”, explica. La evidencia muestra que leer en papel mejora la comprensión y la capacidad de redacción, algo que no se debe perder con la digitalización.

Conclusión

La tecnología es una herramienta poderosa, pero debe usarse con criterio. Para Laura Cuesta, la clave está en educar a los niños desde pequeños para que aprendan a hacer un uso equilibrado de los dispositivos. En lugar de prohibiciones extremas, propone que las familias recuperen tiempo de calidad con los menores y que los colegios integren la tecnología de forma inteligente, potenciando la creatividad y el aprendizaje. Al final, se trata de enseñar a los niños a convivir con la tecnología sin que esta lo controle todo.